El río Aven cruza la ciudad y pasa de río caprichoso a estuario tranquilo afectado por las mareas y habitado por algunos barcos. El agua salta entre los bloques de piedra redondeados y hace girar una o dos ruedas de molino, testigos de los 14 molinos que se conservan en activo. En el siglo XIX, la colonia artística que hizo escuela en este sitio bucólico, imprimió nuevos colores al pueblo. En la actualidad, las galerías de arte perpetúan el espíritu bohemio de antaño.

Pont-Aven es un lugar ideal para pasar de los paisajes enmarcados a los paisajes al natural. El paseo Xavier-Grall conduce de una orilla a otra por puentecillos escondidos, junto a los lavaderos, canales y compuertas que riegan los vestigios de los molinos. Las orillas floridas colorean los muretes y los puentes de piedra. En el agua, una roca gigantesca conocida como el «zueco de Gagantúa»» recuerda que los héroes legendarios conocían ya lugares suntuosos.