Dos años sin tu compañía, tu imponente presencia, tus apretones de manos, tu mirada, tu fina ironía... dos años sin tí. Y, sin embargo, sigues estando muy presente. En nuestras conversaciones, pensamientos, oraciones, siempre hay lugar para tí. No pasa un solo día en el que no te echemos de menos. Dios, ¡cómo me gustaría que vieras a tus nietos!, te los llevarías a desayunar y presumirías de ellos cual abuelo orgulloso de su prole. Los demás seguimos con nuestras vidas con la misma intensidad de siempre. José Luis, sigue protegiéndonos desde ahí arriba. Un abrazo.