Querido José Luís:
No, no me refiero al presidente del gobierno, sino a tí, mi suegro. Apenas hemos empezado el año y quiero que la primera entrada de este 2.010 sea una carta especial dirigida a una gran persona. Nos conocimos hace ya unos años, diría que fue el día antes de que entraras nuevamente en quirófano para intentar ponerle coto a un cáncer que se resistía y que se había reproducido apenas unos meses después de la primera intervención. Ahora, acabamos el año con otra intervención, esta vez para extirparte un riñón que se había encaprichado de otro cáncer. Y ahí sigues, con una voz distinta y un riñón menos, pero con una entereza y una actitud ante la vida que es la envidia de propios y extraños.
Durante estos años hemos tenido la ocasión de compartir muchos momentos, la mayoría buenos o muy buenos, otros más duros y difíciles de olvidar. Mi boda con Olga, la comunión de Carles y Laura, la enfermedad de mi madre, la muerte de tu hermana... Estarás de acuerdo conmigo en que esto es la vida, una alternancia de felicidad y dolor, y si el dolor compartido hace menos daño, la felicidad compartida parece más duradera. Y confieso que yo soy muy feliz al lado de tu hija y me alegro de tener como suegro a un hombre tan excepcional.
En el fondo creo que hay muchas cosas que nos identifican: el amor a la familia, la responsabilidad en el trabajo, el sentido del sacrificio, las ganas de vivir, el saber disfrutar de las cosas pequeñas... Sí, también discrepamos en otras, especialmente en lo que atañe a Dios, la religión, la fe... pero eso no es ningún problema, yo seguiré creyendo en Dios y rezando por todos nosotros.
José Luís, gracias por tu proximidad y tu testimonio. Un sincero y afectuoso abrazo.