Ha pasado un mes desde la muerte de José Luis y su imponente recuerdo está más vivo que nunca. Su foto, la del funeral, una foto magnífica donde José Luis sonrie a todo aquel que le mira, está en un lugar destacado en el comedor. Las menciones de Olga son constantes, "ahora llamaría a mi padre y le explicaría esto"... Mi homenaje más visible es, además de mucha de la ropa que ahora me pongo, un bonito reloj de bolsillo que imita el que él llevaba. En fin, que José Luis sigue entre nosotros, de una manera menos tangible, pero tan emotiva como siempre.
Hoy, sin embargo quiero dirigirme a tí Pepi, la mujer de José Luis, mi "suegrastra" como cariñosamente me gusta llamarte. Pepi, te doy las gracias por el ejemplo de amor y entrega incondicional hacia la persona amada que me has mostrado siempre pero muy especialmente estos últimos meses. Tus mimos, tu cariño, tu respeto, tus atenciones... hacia José Luis, y hacia los que estábamos cerca, han sido una verdadera escuela de cómo tratar a un ser querido que sufre. Seguro que tu fortaleza física y mental en un proceso de tanto desgaste te pasarán factura antes o después, sólo quiero que sepas que no estás sola.
Gracias por todo lo que me has dado Pepi, por todo lo que hemos vivido junto a José Luis y el resto de la familia, y por todo lo que aún nos queda por compartir. Seguro que José Luis se alegra de saber que eres una persona muy importante para todos nosotros. Por cierto, ya sabes que en nuestra casa hay una habitación a la que siempre nos hemos referido como la habitación del abuelo, pues bien, el abuelo ya no está pero tú sí, y nuestra casa siempre será tu casa. Un sincero y cordial abrazo.