Este martes ha marcado un punto de inflexión en la historia de Estados Unidos y, me atrevo a decir, que también en la historia de la humanidad: Barack Obama se ha convertido en el primer presidente negro del país norteamericano.
Obama representa una esperanza de cambio en un momento de profunda crisis y recesión económica. Pero, no sólo se esperan con ansias sus propuestas económicas para reflotar la economía mundial, también se espera de él un cambio de rumbo en la política internacional estadounidense, que sea menos beligerante y mucho más dialogante. Lo cierto es que la administración Bush lo ha hecho tan mal (guerra de Afganistán, guerra de Irak, crisis mundial...) que el cambio propuesto por Obama ha sido visto por la mayoría de norteamericanos como la única salida.
El hecho de que Obama sea negro no es anecdótico ni circunstancial, evidentemente tiene un significado muy especial para la comunidad afroamericana, pero lo auténticamente importante no es el color de su piel o su historia personal (impresionante) sino su oratoria para esperanzar a todo un pueblo y su capacidad para hacer realidad sus promesas. El tiempo, juez supremo, situará a Obama en el lugar que se merezca. De momento, el que suscribe esta entrada, se congratula con su victoria y le desea mucha suerte en este duro camino que tiene por delante. "Yes, we can".