El mes de noviembre empieza con un claro recuerdo a los difuntos. En nuestro país es tradición que el primer día de noviembre muchas personas se acerquen a los cementerios y dediquen unos momentos a limpiar la lápida, poner flores y rezar una oración por el alma de sus familiares y amigos ya fallecidos. Pero incluso en esto se nota la crisis y los cambios de hábito sociales, ahora está más de moda disfrazarse y celebrar Halloween que acordarse de los muertos.
Personalmente, cada día durante la plegaria busco siempre un momento para hacer presentes a "mis difuntos": mis abuelos (Antonio, Manuel, Nona y Mari), mis amigos (Germán, Montse, Joserra, sr. Andrés), mis alumnos (Sergio, Irene)... Todos ellos están ya en manos de Dios, gozan de su misericordia y desde allí interceden y velan por nosotros. Su recuerdo está siempre vivo en mí y esa llama me ha dado luz en muchos momentos, por eso me gusta recordar las palabras de Jesús: "Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque muera, vivirá" (Jn 11, 25).