Hace un ratito una llamada de teléfono me avisaba de la muerte de María, una gran amiga de mi madre. Días atrás también nos comunicaban la muerte de Mari Carmen, la mujer de mi primo José Antonio.
A Mari Carmen apenas la había visto unas pocas veces, pero este verano en el viaje que hicimos a Don Benito coincidimos en dos ocasiones. Me pareció una persona encantadora, vital, que hacía gala de haber superado con éxito un transplante de riñón... una persona que amaba la vida, que sentía haber renacido con el transplante, esposa y madre... Una infección que a priori parecía insignificante se fue complicando hasta el punto que noqueó a Mari Carmen, durante varios días la postró en una cama de hospital, y finalmente se la llevó a la casa del Padre.
María Ortiz era otra gran persona. Hasta que hace un año le detectaron la enfermedad era fácil encontrarla en la Parroquia repartiendo comida a los más necesitados, siempre dispuesta a echar una mano a aquellos que más tenían. La enfermedad, la muerte de su hermano, el peso de toda una vida... hicieron mella en su persona hasta que hoy ya no pudo más.
Mari Carmen y María dos personas cuya muerte he sentido, llorado y convertido en plegaria. Que Dios os acoja en su seno y que os permita disfrutar a su lado de la plenitud eterna de su gloria. Descansad en paz.