No pasa un solo día sín que todos los medios de comunicación catalanes y del resto de España se hagan eco de la cada vez más increíble y desbordante malversación cometida por Félix Millet (iba a escribir el señor Millet pero, sinceramente, a estas alturas de la historia no creo que se merezca dicho título), el presidente del Palau de la Música catalana.
Este personajillo lleva muchos años haciendo y deshaciendo a sus antojos, desviando el dinero público y el de donantes particulares a cuentas privadas, menospreciando a sus trabajadores, pagando la boda de sus hijas con el dinero del Palau... y lo más increible es que hace siete años un ciudadano anónimo ya avisó de lo que se estaba cociendo en el Palau pero un silencio cómplice se apoderó de sus denuncias.
Ahora todo a salido a la luz, la corrupción, la malversación de fondos, los negocios fraudulentos, las estafas... el monto de lo estafado se acerca según algunas fuentes a los 20 millones de euros. Pero lo más fuerte del caso es que este sinvergüenza, que durante mucho tiempo había sido considerado un mecenas del arte y la política, está en la calle. Sí, como lo oyen, en la calle, durmiendo en su casa, junto a su esposa, y recibiendo el consuelo de sus incondicionales, si es que le queda alguno.
Cuando lo veo por la tele me entra vergüenza, ¿cómo es posible que la cárcel esté llena de chorizos de poca monta y éste impresentable siga libre hasta el juicio?. Desde luego, situaciones como ésta contribuyen al descrédito de la justicia. Aunque sólo sea por la alarma social suscitada, Millet debería estar en la cárcel. Espero que aunque tarde, las instituciones reaccionen y devuelvan la dignidad perdida al Palau y los inmensos profesionales que llevan años trabajando allí y dignificando la cultura de este país.