miércoles, 16 de abril de 2008

Desazón

Hace días que siento una cierta desazón interior. Supongo que entre las muchas características heredadas de mi madre, una de ellas es esta especie de sexto sentido que me lleva a preocuparme por cosas que no han pasado y que no tienen por qué pasar. Efectivamente, no tiene sentido, pero es lo que hay.

Cuando llego a este punto de ansiedad, que sin duda afecta a mis relaciones personales más cercanas, procuro acudir a alguno de mis tradicionales bálsamos: el llanto, la música, la escritura y/o la oración. Las lágrimas derramadas me ayudan a descargar parte de la tensión acumulada; hoy he llorado intensamente al recordar el aborto de enero; por más que pasen los días todavía no me he sacado el tapón que llevo dentro. La música me ayuda a evadirme. La escritura me permite organizar mis pensamientos, mis propósitos de enmienda y mis sueños de futuro. La oración le acaba de dar forma a todo.

Mientras escribo esto escucho música a la vez que derramo algunas lágrimas sobre el teclado, sólo me resta hacer una oración. Así pues, ahí va: Dios mío, ayúdame a ser cariñoso y humilde, respetuoso y paciente, dame fuerza para resistir los envites de la vida y hazme digno de ser considerado buen marido, buen padre, buen hijo, buen profesor, en definitiva, buena persona.