Reconozco que no es muy original, Ramón Sampedro ya lo hizo en su libro "Cartas desde el infierno", aún así el momento presente me invita a expresar mis sentimientos y dirigirme a ese hijo/a que ya nunca tendré.
Querida María:
Durante diez semanas has sido el centro de nuestras vidas, ahora el destino ha querido que dejes de existir sin haber existido. ¡Qué difícil es entender a veces lo que el destino o el mismo Dios nos tienen reservados!
Me imaginaba cambiando tus pañales, enseñándote a hablar, llevándote al cole, celebrando tus cumpleaños, escuchándote tocar algún instrumento... Nunca llegué a ponerte cara pero estaba convencido que serías tan guapa como tu madre. Respecto al carácter tenía curiosidad por saber hasta qué punto habrías heredado mi rigidez. Carles y Laura ansiaban jugar contigo, cuidarte, ayudarte a crecer.
Sin embargo, todo acabó hace un par de días. Una eco infausta nos comunicaba que tu pequeñísimo corazón había dejado de latir. No te reprocho nada: superaste el frío del nitrógeno y la descongelación, superaste el hematoma y las pérdidas, pero supuestamente no pudiste con los cromosomas, ¿o fue otra cosa?.
Seguro que a estas alturas ya estás en el limbo de los nonatos o en el cielo, ¿por qué no?. Tal vez un día nuestros destinos vuelvan a cruzarse y entonces seguro que te reconoceré. Mientras tanto seguiré disfrutando de Carles, Laura, Meritxell, Arnau... y proyectando en ellos todo lo bueno que llevo dentro. Te quiero. Hasta siempre.