Estos días hay que ir preparando la declaración de la renta. La cita con el fisco resulta ineludible para todos aquellos que tenemos una nómina al final de mes. A mí me toca un año más pagar. Pues bien, un tema que puede parecer menor pero que tiene mucha importancia es la asignación de una parte de esa recaudación estatal a la iglesia o a otras entidades de carácter social.
Personalmente creo que siempre he marcado la casilla que destina esos recursos a la iglesia católica. Otros cristianos, en cambio, no lo hacen. Algunos de ellos argumentan que no están dispuestos a sufragar con sus impuestos locutores incendiarios como los de la COPE. Los miembros de la jerarquía eclesial, sacerdotes y obispos, no se caracterizan precisamente por su sueldo (hay quien se considera mileurista), pero los sueldos de algunas estrellas mediáticas como el fanático Jiménez Losantos clama al cielo. Más allá de la parte económica, lo más triste es que se permita a estos señores utilizar este altavoz para difundir sus ideas fachosas y beligerantes, y que muchos obispos no sólo lo toleren sino que además lo bendigan.
La iglesia debería tender hacia su autofinanciación, pero mientras llega ese día debe procurar estar a la altura de lo que reclaman sus contribuyentes y su propia razón de ser, es decir, que no ayude a fomentar la crispación ni el odio, sea de palabra, obra u omisión. COPE no, gracias.