Cerca de Berlín, a escasos 30 km de distancia se encuentra el campo-museo de Sachsenhausen. La visita merece la pena, no tanto por lo que se ve, como si por lo que un guía cualificado te puede contar sobre todo lo que allí aconteció y sobre la razón de ser de los propios campos de concentración. En la puerta reza una inscripción muy particular: "el trabajo os hará libres", menuda paradoja.
Este campo empezó a funcionar el 12 de julio de 1936. En una primera fase fue destinado principalmente a prisioneros políticos, pero desde 1938 fueron llevados allí miles de judíos, luego miles de polacos y de militares soviéticos. Durante la guerra Sachsenhausen se expandió en un sistema de trabajo forzado en 60 subcampos, concentrados alrededor de las industrias de armamentos, que utilizaba la mano de obra gratuita de los prisioneros, en la región de Berlín. Los presos también fueron sujetos a experimentos médicos.
Los archivos registran la entrada de unos 140.000 prisioneros durante el tiempo de funcionamiento del campo y reconocían la ejecución o muerte de 30.000 prisioneros, pero en este número no incluían a miles prisioneros de guerra fusilados apenas llegaban. Antes de su inminente derrota, los nazis ordenaron trasladar a los prisioneros. Las SS dispararon contra todos aquellos incapaces de caminar. Las tropas soviéticas liberaron a los supervivientes el 2 de mayo de 1945, cerca de la ciudad de Schwerin. Al ocuparse Berlín por parte de las fuerzas Soviéticas y hasta 1950, Sachsenhausen pasó a ser un campo de concentración soviético. Posteriormente el campo fue adecuado para que los visitantes pudieran conocer lo ocurrido a las víctimas del nazismo.
Han pasado muchos años desde entonces y sigue habiendo numerosos campos de concentración a lo largo y ancho del mundo, mostrando la cara más infame del ser humano. Dios, ¿cómo es posible que en lugar de aprender de los errores del pasado éstos se repitan una y otra vez?.