Hoy es quince de agosto, día festivo y de precepto. Los cristianos celebramos el día de la virgen de agosto, aunque en realidad se trata de celebrar la Asunción de la virgen María, es decir, su ascenso a los cielos en cuerpo y alma.
La virgen María (y todas sus advocaciones) es una figura fundamental en el cristianismo. No se puede hablar de Jesús sin hablar de María, su madre. María, posiblemente una adolescente cuando tuvo a Jesús, fue capaz de ponerse al servicio de Dios y aceptar su voluntad con una humildad exquisita. María supo renunciar a su hijo en favor de toda la humanidad. María sufrió ante la cruz viendo morir al Hijo del hombre. Sin duda, María es un ejemplo de fe para todos los cristianos, sin distinción de sexo.
El día de María es un buen día para recordar algunas reivindicaciones históricas. La Iglesia está formada por hombres y mujeres, pero sólo los primeros tienen acceso al sacerdocio y a la jerarquía, ¿por qué?. Actualmente la vida diaria de la iglesia se fundamenta en las mujeres, en una proporción aproximada de 4 a 1 respecto a los hombres, incluida la opción de vida religiosa. El artículo de Barbería, "En el nombre de la Madre, de la Hija y de...", que se puede leer hoy en El País es magnífico.
No tiene sentido mantener por más tiempo esta situación. Antes o después la iglesia católica debe abordar cuestiones como el sacerdocio femenino o el celibato opcional, y mejor que sea pronto antes de que sea demasiado tarde. Figuras destacadas como el cardenal Martini ya se han posicionado en relación a debatir abiertamente estos temas pero ya sabemos las reticiencias que generan. Que la luz de María nos ilumine a todos y nos ayude a encontrar el camino, obispos incluidos. Salve regina, mater misericordia.