Unos días atrás leía en la edición impresa de El País una carta al director cuyo título me llamaba la atención (el mismo que encabeza esta entrada) y su contenido me hizo recordar muchas situaciones y experiencias vividas durante los quince años que he estado en Akwaba.
Más de medio mundo sigue subsistiendo con un dólar o menos al día. Son personas que tienen un nombre y un rostro, como nosotros, pero con la "desgracia" de haber nacido donde lo han hecho, es decir, en el seno de una familia pobre, o en un país en vías de desarrollo. Desgracia entre comillas, porque si bien es cierto que no parecen gozar de los mismos derechos que otras personas, o cuando menos de las mismas oportunidades, ellos no se sienten para nada desgraciados. Suelen ser personas humildes, que valoran mucho lo poco que tienen, con un gran compromiso familiar y social, generosos, solidarios, sufridos.
Hoy vivimos inmersos en una crisis financiera mundial, que amenaza con tener unas dimensiones inimaginables. En Estados Unidos y Europa estamos empezando a notar sus efectos, pero ¿qué pasará por ejemplo con África, el continente olvidado?. Seguramente en un plazo breve de tiempo se recortarán las ayudas a la cooperación y al desarrollo priorizando las demandas nacionales, así es que una vez más los famosos objetivos del milenio no se alcanzarán ni de lejos, y la famosa brecha norte-sur continuará creciendo. Eso sí, mis amigos africanos no perderán su dignidad y seguirán luchando cada día por sobrevivir en este mundo tan injusto, aunque sólo sea por un dólar al día.