Nicolás Sarkozy, presidente de turno de la Unión europea, presentará en las Naciones UNidas un proyecto avalado por todas las naciones de la UE por el que solicita la despenalización internacional de la homosexualidad. Aunque parezca increíble todavía hay países donde ser homosexual es delito y en 91 países del mundo hay multas, torturas e incluso ejecuciones (en ocho países islámicos) contra los homosexuales. Subscribo totalmente la iniciativa de Sarkozy, creo que todo el mundo tiene derecho a escoger su rol sexual, y el hecho de que no coincida con el tradicional no debe suponer ningún tipo de discriminación.
Según decía El País ayer, el que parece no estar de acuerdo es el Vaticano, o al menos, el arzobispo Celestino Migliore, representante de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, para quien "una declaración política de ese tipo crearía nuevas e implacables discriminaciones", y, a la vez, "pondría en la picota a los países que no consideran matrimonio las uniones homosexuales". "Si se aprobara", atacó Migliore, "esos países serían presionados". Sinceramente, creo que una vez más el Vaticano no está a la altura de las circunstancias. Cada vez hay más distancia entre lo que dicen determinados obispos y lo que sienten muchos cristianos como yo, que apostamos por una Iglesia que no discrimine a nadie por ningún motivo. ¿Qué diría Jesús? Ay, Dios mío.