El curso que viene aparece una nueva asignatura en primero de bachillerato que lleva por nombre "Ciencias para el mundo contemporáneo". Estos días estoy leyendo el libro de texto que tendrán los alumnos y analizando con cierta profundidad los contenidos del mismo. El primer tema se refiere a la comprensión de la ciencia y la técnica, el segundo al control ético que se debe ejercer sobre ellas.
No cabe duda que la ciencia y la técnica no son neutras. Es evidente que los avances derivados de los postulados de una y las realizaciones de la otra han supuesto y supondrán un gran avance para el desarrollo de la humanidad y del planeta. Ahora bien, no todo lo que se pueda conocer científicamente y realizar técnicamente tiene que ser bueno. En este sentido conviene someter a la tecnociencia a un juicio ético casi permanente.
El conocimiento científico debe estar basado en el rigor y la objetividad, pero existen numerosos intereses, condicionantes y presiones externas, por lo que no siempre es fácil mantener esa posición de equilibrio. Se impone pues el juicio de la filosofía y, más concretamente de la ética. La ciencia sin la ética está ciega, la ética sin la ciencia está vacía.