Se está celebrando en Sidney (Australia) la Jornada mundial de la juventud presidida por el Papa Benedicto XVI. A este respecto se puede leer en El País digital una noticia en la que el sumo pontífice renoce que siente vergüenza por los abusos sexuales de menores cometidos por sacerdotes y religiosos de este país. Las familias de las víctimas se han sentido confortadas pero insisten en que los responsables de los abusos deberían ir ante la justicia.
Ya era hora de que el Papa se pronunciase condenatoriamente en este sentido. Ahora sólo hace falta que deje de cubrir a los pedófilos que se amparan bajo el manto de la Iglesia y la justicia les haga pagar por sus delitos. No se hace ningún bien a la Iglesia y al cristianismo en general purgando los delitos de estos impresentables con dinero para evitar los juicios y las más que probables penas de prisión. Es más, por justicia, terrena y divina, se debería entregar a todos los pedófilos por más que sean sacerdotes o religiosos (o con más motivo aún) y deberían ser juzgados sin ninguna impunidad.
Yo también siento vergüenza como cristiano cuando veo que se levanta la alfombra y se echa la basura debajo para que no se vea. El problema es que la alfombra ya está levantada y la credibilidad de la Iglesia una vez más en entredicho. Ojalá el Papa sea valiente y de un paso más en esta cruzada por la justicia. Así sea.