Esta semana está dominada por una noticia estupenda: la liberación de Ingrid Betancourt y otras catorce personas que estaban secuestradas por la guerrilla colombiana de las FARC desde hace varios años. Llama poderosamente la atención que en la operación de rescate no se haya disparado un solo tiro y no se haya derramado una sola gota de sangre.
Betancourt, aspirante a la presidencia colombiana, fue secuestrada y mantenida cautiva en la selva durante más de seis años. En unas condiciones muy duras de supervivencia, comida, higiene y salud, Ingrid ha conseguido mantenerse a flote gracias al recuerdo de los suyos y a las constantes muestras de solidaridad internacional que, de una manera u otra, le llegaban en medio de semejante apocalipsis.
Sin duda, estos secuestros son los que han permitido a las FARC seguir en el candelero a pesar de su lenta desintegración. Las reinserciones propuestas por el presidente Uribe (de centro-derecha) han conseguido que las FARC pasen de 30.000 a 10.000 efectivos. Si a esto le sumamos la muerte reciente de Tirofijo (líder histórico), el fuerte descenso de apoyo popular, la presión internacional para el abandono de las armas y, desde esta semana, la pérdida de su secuestrada más famosa, es posible que las FARC tengan fecha de caducidad.
No debemos olvidar que aún quedan cientos de secuestrados en manos de las FARC. Es importante seguir manteniendo la presión y la atención para que se pueda conseguir un final dialogado a esta situación de violencia que tanto daño está haciendo a Colombia y a los colombianos. Espero que Betancourt siga en el candelero político y luche por conseguir ese final que ha de ser tan feliz como la resolución de su propio secuestro. Suerte Colombia.