Esta semana ha tenido lugar la segunda evaluación del curso en mi escuela. A medida que los alumnos van conociendo los resultados de los exámenes y las notas de las diferentes asignaturas se van sucediendo las muestras de alegría o de tristeza, en función del resultado. A muchos incluso les afloran las lágrimas, aunque lamentarse cuando ya es tarde sirve de poco.
Lo cierto es que estamos en un momento histórico de la educación donde los alumnos en general, y los de secundaria en particular, valoran muy poco la cultura del esfuerzo y del trabajo diario. Hay quien confía en que allí donde ellos no lleguen por méritos propios otros les regalarán los aprobados y los títulos, y eso es una gran falacia, aunque reconozco que el sistema tiene una gran parte de culpa.
La mayoría de estos jóvenes necesitan aprender a aprender. Les cuesta concentrarse en el aula, organizarse y trabajar fuera del cole, asumir sus responsabilidades en el hogar, descubrir su auténtica vocación y, especialmente, luchar por hacer realidad sus sueños. Viven en un mundo donde las relaciones personales se han convertido en virtuales gracias al messenger, donde la música del mp3 les aísla aún más de todo lo que les rodea, donde los mensajes del móvil les ayudan a empeorar su vocabulario, donde las consolas crean mundos de ficción de los que nunca formarán parte, donde los programas de televisión presentan el triunfo en la vida como una cuestión de tres meses en una academia...
Nunca ha sido fácil ser joven, estudiar o averiguar tu lugar en el mundo. Hoy, no obstante, parece más difícil que nunca. Como docente me siento a veces impotente para darle la vuelta a esta situación. Aconsejar, animar, orientar son tareas que me toca desempeñar a diario, además de enseñar, que a fin de cuentas es mi trabajo y mi vocación. Si en el desempeño de todas esas otras funciones sobrevenidas se cuenta con el apoyo de la familia todo resulta más asumible. Si todos los adultos ejercemos de adultos será más fácil reorientar a toda esta generación de jóvenes desorientados. Pongámonos a la obra.