miércoles, 19 de marzo de 2008

Roma, ciudad eterna

Olga y yo acabamos de volver de Roma. Cuatro días en Roma dan para mucho. Hemos visitado los monumentos, las iglesias y los museos más destacados de la ciudad eterna. Lo más sorprendente es que el estado de conservación de la mayoría de piezas históricas es muy bueno. El tráfico es horroroso, pero los hábiles conductores romanos respetan escrupulosamente los pasos de peatones, habida cuenta de que los semáforos casi se cuentan con los dedos de una mano.

También llama la atención la cantidad infinita de iglesias que hay, casi tantas como plazas, fuentes y pizzerias. De entre todas las iglesias la más majestuosa es la de san Giovanni in Laterano y la más llamativa la de san Clemente. Otras llaman la atención por sus mosaicos como santa Maria in Trastevere o por sus cuadros de Caravaggio como santa Maria del Popolo, etc.


Aunque lo más impresionante es, sin duda alguna, el Vaticano y, muy especialmente, sus museos. Estuvimos varias horas caminando sin parar para visitar la basílica de san Pedro y una mínima parte de los museos vaticanos. De la basílica me quedo con la gruta de los Papas, es decir, con el lugar donde se encuentran las tumbas de muchos Papas; incluso en esto se nota el talante de las personas: la tumba de Pablo VI (el Papa más destacado del siglo XX junto a Juan XXIII, a mi modesto entender) era la más humilde, mientras que la de Juan Pablo II era la más concurrida.

De los museos vaticanos cabe destacar la Capilla sixtina, podría estar horas contemplando la originalidad de la obra de Miguel Angel. También impacta la Stanza de Raffaello y las joyas de la Pinacoteca. Supongo que cualquier museo del mundo quisiera tener una pequeña parte de los tesoros que acumula y amontona el Vaticano, su valor es incalculable.

Cuando se abandona el Vaticano es cuando surgen las preguntas: ¿es lícito que una institución que se posiciona a favor de los pobres posea semejante riqueza?, ¿si el Vaticano vendiera todo lo que posee y se lo diera a los pobres se acabaría con el hambre en el mundo?... Tal vez sea lícito y tal vez no se acabara con el hambre en el mundo pero seguro que reflejaría mejor el espíritu de Jesús y el de muchos cristianos entre los cuales me encuentro.