
Durante el trayecto empezamos a percibir el estilo de vida neoyorkino, gente obsesionada por el trabajo que aprovecha el poco tiempo del almuerzo para respirar aire puro y disfrutar de las excelentes vistas de su ciudad. Una ciudad en la que no hay contenedores, que abusa del plástico y de todo tipo de embalajes, que tiene un sonido característico, el del tráfico constante acompañado de las sempiternas sirenas de bomberos, policías y ambulancias, una ciudad de la que sale vapor del suelo, una ciudad llena de contrastes.