
Jamás hasta ahora había paseado por un parque elevado y entre vías de ferrocarril. La idea es muy original y la reconversión del espacio férreo en zona verde supone un paso adelante en la recuperación de espacios para buscar el equilibrio entre la natura y la ciudad. La sensación que se tiene en la High Line es de paz, de descanso, de evasión. Ojalá hubiera más remansos verdes como éste en nuestras urbes.