Estos días atendemos con horror y angustia las noticias que nos llegan de otro país africano, esta vez Kenia. Un país que gozaba de una gran estabilidad, con el turismo como principal fuente de ingresos, está viviendo uno de los peores episodios de su historia reciente. Las elecciones celebradas a finales de año están bajo sospecha y los partidarios de los dos principales aspirantes se consideran vencedores. Esto ha provocado grandes disturbios en la calle, incendios, saqueos y diversas muertes. La imagen más impactante es la de la morgue repleta de cadáveres (dos y tres muertos por camilla) mientras que la noticia más sobrecogedora hace referencia a cómo los perros y otros animales devoran los cadáveres que aún permanecen en la calle.
Esta situación de Kenia me recuerda a la que vivió recientemente Costa de Marfil. Creo sinceramente que son procesos muy parecidos, y la desgracia es que Costa de Marfil aún no ha logrado recuperarse, ni siquiera tiene una paz definitiva, y ya han pasado varios años.
En el trasfondo de todos estos conflictos está la situación pésima en que las grandes potencias europeas dejaron a sus ex-colonias y la visión poco democrática que se tiene del poder en los países africanos. Efectivamente, la transición de poder aún no está bien asumida por parte de los políticos y eso hace que cuando alguien accede al poder procure por todos los medios enriquecer a los de su clan a costa de todo un país. Una pena, sin duda, y un reto al mismo tiempo, especialmente para todos los africanos.
Deseo que África deje de ocupar la portada de los periódicos por sus conflictos y pase a hacerlo por su diversidad cultural, étnica, religiosa, por la grandeza de sus gentes y por el espíritu emprendedor de sus políticos. Sólo así África dejará de ser el continente olvidado.